En diciembre de 2023, en Salvatierra, Guanajuato, un comando armado masacra a un grupo de jóvenes que festeja en una posada. A inicios de enero de 2010, en Villas de Salvácar, Ciudad Juárez, Chihuahua, una escena similar sucede cuando otro grupo armado abre fuego indiscriminadamente contra una fiesta de jóvenes.
En esos trece años transitan tres partidos políticos en el poder ejecutivo, y tanto en ese nivel, como en los estatales y municipales donde ocurren estas tragedias, sólo se observan de los gobernantes signos de negligencia e ineptitud. La realidad es igual o empeora; la sociedad se insensibiliza ante la tragedia, lo que conlleva una reducción de los valores a la nada. En lugar de que la ciudadanía se una, los medios se politizan, lo que conviene a una agenda u otra; el resultado es la impunidad, el horror, y la creciente deshumanización de una sociedad presa de sus propias contradicciones, y del crimen que no halla oposición ni en las leyes ni en el Estado. Los inocentes pagan. Los jóvenes pagan. En realidad todos pagamos.
No porque hayan pasado trece años de una tragedia a otra significa que sea normal. No porque hayan pasado innumerables acontecimientos entre un evento y el otro significa que cada uno de ellos, cada vida humana, sea menos importante. Cada una debió continuar su vida, y no acabar de esta manera, acribillada o en una fosa clandestina. México se merece cambiar esta realidad, y no otro día ni otros trece años de horror. ¿O hasta cuándo diremos que nada de esto debió haber sucedido?
Emilio Toledo M.
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