Nacido en Bagneux, Francia, Jean Paul Gaultier creció viendo a su abuela atendiendo en su estética a clientes a los que transformaba con sus manos, lo que llamó su atención de niño. Al ver la película Falbalas (1945) decidió que se dedicaría a la moda. Desde entonces, moda y cine quedarían en él vinculados (más tarde diseñaría vestuarios para filmes de Almodóvar, Greenaway o Besson). Autodidacta por naturaleza, aprendió mirando revistas y trabajando con su mentor Pierre Cardin, diseñador iconoclasta de los setenta.
Escribe la cineasta Isabel Coixet: “Creo que el primer vestido que me compré en mi vida, yo que odiaba los vestidos, fue uno de algodón hasta los pies y pegado al cuerpo, con un estampado que imitaba tatuajes de anclas y corazones y marineros del diseñador Jean Paul Gaultier. Era muy poco femenino, me hacía sentir fuerte y me quitaba, extrañamente, esa sensación de vulnerabilidad que siempre me producía esa prenda.” Es el preludio de su entrevista a Gaultier, quien subraya sus principios: “Subvertir. Cambiar patrones. Darle la vuelta a los estereotipos. Mujeres fuertes. Hombres frágiles, andróginos. Mezclar. Personas bajas, gordas, delgadas. ¿Colores? Todos. ¿Orientación sexual? Todas. ¡Hasta las que estén por inventar! Para mí el chic, lo auténticamente chic, es algo muy alejado de un concepto convencional de la elegancia.” Así como Coixet se acomodó en un atuendo de Gaultier, también lo hicieron Madonna, Naomi Campbell, Rossy de Palma, Amanda Lear, Farida Khelfa, Dita Von Teese o Lady Gaga.
Si el arte es un espejo donde se refleja la vida, el de Gaultier es un arte incluyente, diverso y cambiante, alejado del mundo que los estereotipos (homogéneos, artificiales) inducen a creer. ¿Por qué es importante cuestionar y revertir los estereotipos y reflejar a la sociedad tal como es en las imágenes en que se proyecta? Un suceso lo ejemplifica: cuando en 2018 se estrenaron Spider man verse y Black Panther, que incluían protagonistas afroamericanos, niños de esa comunidad imitaban a los superhéroes con los que por primera vez se identificaban a plenitud. Algo similar ocurrió con Thelma y Louis (1991) con el tema del empoderamiento de la mujer. No se requiere demasiada evidencia para suponer lo que ello beneficia en el autoconcepto y autoestima de los individuos. Al fin y al cabo, como dijo Anthony Hopkins, “somos aceptables por quienes somos y no por quienes deberíamos ser”.
Las pasarelas de Gaultier -ya retirado de ese formato- iban más allá de la moda; llenas de diversidad de colores, culturas, etnias, símbolos, formas y discursos eran más un carnaval de la vida.
Emilio Toledo M.
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