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Foto del escritorRedacción Párpado

Notorious RBG, la jueza

En la década de los cincuenta hubo en Estados Unidos una persecución y un pánico maniobrado por políticos macartistas contra todo lo que oliera a comunismo. Ante ello, abogados constitucionalistas defendieron el derecho a la libre expresión, de pensar y expresar las ideas cuales fueran éstas y a difundirlas (libertad de prensa). Esto dejó una enseñanza a la entonces estudiante Ruth Bader Ginsburg (una de las primeras mujeres en ingresar a la Escuela de Derecho de Harvard desde su fundación en 1817; su generación que ingresó en 1956 consistía de nueve mujeres y más de quinientos hombres), en sus palabras: que “era importante ayudar al país a mantenerse a tono con sus valores fundamentales”, los que enarboló durante décadas en pro de la igualdad ante la protección de la ley y la no discriminación por género, entre otras causas.



El documental La jueza (2017), dirigido por Betsy West y Julie Cohen, narra la biografía de la abogada y más tarde jueza de la Suprema Corte de Justicia Ginsburg, así como el impacto de su trabajo en la legislación que la volvería un ícono para varias generaciones. Apodada Notorious RGB, por el nombre del cantante afroamericano de rap Notorious B.I.G., la jueza Ginsburg diría: “Me han preguntado si me es incómodo este apodo, pero ¿por qué lo sería? Tenemos mucho en común”. Hija y nieta de inmigrantes, amante de la ópera, la trayectoria de Ginsburg no fue un camino llano sino repleto de obstáculos que fue sorteando con audacia tanto en su vida personal como en el desarrollo de su profesión y la implementación de su noción de justicia en un entorno cultural y social conservador.

Cuando empezó a desempeñarse laboralmente Ginsburg se dio cuenta que “ser mujer era un impedimento”. Había entonces centenares de leyes que discriminaban a la mujer de la sociedad, leyes como: “el esposo es el patrón de la comunidad, él elegirá dónde vivirá la familia y la mujer está obligada a seguirlo”. Se podía despedir legalmente a una mujer por estar embarazada o los bancos requerían la firma del esposo para que la mujer obtuviera un crédito, por ejemplo.

En 1963 Ginsburg, ya como docente, enseña una materia sobre leyes y género y empieza a trabajar en casos de discriminación por género como abogada litigante. Casos como el de Sharron Frontiero, en que defendió a una subteniente del Ejército que, a diferencia de los hombres de su rango, no recibía un subsidio de vivienda por el simple hecho de ser mujer, los ganó y fueron creando, junto a otros posteriores, jurisprudencia y paulatinamente modificaron la arquitectura legal para ofrecer, en la legislación como en los hechos, un terreno donde las mujeres tuvieran la misma igualdad para hacer valer sus derechos y acceder a la vida estudiantil y laboral con igualdad de oportunidades.

El argumento de Ginsburg era que “las mujeres enfrentan discriminación en el empleo de manera más penetrante y sutil que los grupos minoritarios. Las clasificaciones por género implican un juicio de inferioridad, el criterio por género es un estigma cuando es usado para proteger a las mujeres de competir por trabajos mejor remunerados y ascensos. Asume que todas las mujeres sólo se preocupan por el hogar y los hijos. Estas distinciones tienen un efecto en común: ayudan a mantener a las mujeres en su lugar, un lugar inferior al que ocupan los hombres en nuestra sociedad”. En 1975 representó a Stephen Wiesenfeld, un hombre que enviudó y le fue negado el derecho a recibir beneficios sociales para poder cuidar a su hijo recién nacido porque era un derecho que sólo se otorgaba a madres, no a padres. Con ello buscaba demostrar que la discriminación por género (como cualquier otra) afecta a todos. En 1993 fue elegida por el presidente Bill Clinton para formar parte de la Suprema Corte de Justicia donde continuaría trabajando por unas causas que siguen vigentes hasta nuestros días.


Emilio Toledo M.

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